BOSQUES POR ENCIMA DE SU LÍMITE ALTITUDINAL (PARTE I):
El
límite que marca el final de los bosques, supone igualmente el límite entre el
piso supramediterráneo (el piso de los bosques de la montaña mediterránea) y el
piso oromediterráneo (el piso del matorral de la media montaña mediterránea).
Pero en determinadas ocasiones los bosques encuentran una
serie de condiciones favorables que les permite traspasar de manera clara ese
límite altitudinal y terminar colonizando el piso del matorral de altura.
En
la Sierra de Ayllón esta circunstancia se produce en tres formaciones boscosas
de carácter eurosiberiano: en los hayedos del Macizo de Tejera Negra, en los
pinares silvestres de la Sierra del Alto Rey y en los abedulares-tembloneras de
los macizos del Pico del Lobo y la Tejera Negra.
En
estos bosques con “exceso de altura”, las condiciones climatológicas son muy
adversas para la mayor parte de las especies vegetales; salvo para aquellas que
se encuentran perfectamente adaptadas a soportar una cubierta nival de varios
meses, fuertes vientos, frecuentes incendios fruto de la caída de rayos,…es
decir para los matorrales rastreros de media y alta montaña y para las praderas
de altura.
LOS HAYEDOS DE ALTURA:
El haya,
Fagus sylvatica, es una especie
típicamente centroeuropea, siendo los hayedos los bosques dominantes de la gran
llanura germano-polaca. Son bosques de clima Atlántico acostumbrados a
abundantes precipitaciones, buenos suelos de turba y territorios muy llanos y próximos
a la costa (en el Mar Báltico las hayas llegan hasta la misma línea del mar).
Pero a medida que descendemos hacia el sur y
llegamos al mundo mediterráneo, las hayas se encuentran con un importante
factor limitante para su desarrollo: la sequía estival. Por ello, en la Europa
mediterránea, las hayas solo pueden sobrevivir en aquellas montañas en donde se
dan unas mayores precipitaciones anuales y las nieblas de relieve, de alguna
manera compensan el déficit hídrico al que se ven sometidas durante los meses
de sequía estival.
Cuanto más descendemos hacia el Sur
de Europa, a mayor altitud han de ascender los hayedos para tratar de compensar
ese déficit de humedad hídrica. Así por ejemplo en la Cordillera Cantábrica los
hayedos ascienden hasta los 1.400-1.500 metros de altitud, en la Sierra de Ayllón
hasta los 1.900-2.000 metros y en el Monte Olimpo (Grecia), sur de la Península
Itálica y Sicilia hasta los 2.300-2.400 metros.
En la Sierra de Ayllón, los tres
hayedos del Macizo de Tejera Negra: cabeceras de los ríos Lillas, Zarzas y
Riaza, si bien son bosques del piso supramediterráneo, penetran en sus partes
más elevadas dentro del piso del matorral de altura (piso oromediterráneo).
El Hayedo
del Lillas es la masa más extensa y continua de toda la Sierra de Ayllón y las
hayas ascienden por toda la vertiente de umbría de la cabecera del valle; desde
el mismo cauce del río hasta prácticamente el cordal de cumbres. A partir de
los 1.800 metros de altitud, la masa de hayas del Lillas penetra en el piso del
matorral oromediterráneo, tratándose de una franja de hayedo de altura muy
extensa y continua. La cota superior de este hayedo se sitúa en los 1.950
metros de altitud, sin lugar a dudas una cota altitudinal de mucho mérito para
un bosque caducifolio de carácter atlántico. A partir de esta cota el hayedo entra
en transición con el matorral de altura, si bien aún se pueden encontrar hayas
solitarias que ascienden hasta los 2.000 metros de altitud.
Los
hayedos del Valle del Zarzas y de la cabecera del Río Riaza se encuentran mucho
más fragmentados e igualmente algunas de estas masas de hayedo
traspasan la cota altitudinal del piso oromediterráneo. En la Loma del Calamorro,
El Alto Parrejón, La Peña de la Tiñosa, la cabecera del Barranco del
Gato, el Hayedo de La Pedrosa, etc. también podemos encontrarnos con hayedos de altura, pero a diferencia del
Hayedo del Lillas, la superficie ocupada por el bosque de altura es bastante menor
y aparece fragmentada y dispersa por las cabeceras de diferentes barrancos.
Por
encima de los 1.800 metros de altitud, los fuertes vientos imperantes, las
copiosas nevadas, la escasez de suelos, los incendios fruto de la caída de
rayos,…condicionan de tal manera el crecimiento de las hayas que nos parece que
entramos en un bosque diferente; un bosque de “cuentos de hadas” o el mítico
“Bosque de Fangorn” (descrito por Tolkien). Las copas de estas hayas son de
aspecto achaparrado y todas ellas están inclinadas en una misma dirección,
indicándonos de donde proceden los vientos dominantes.
Pero
no todas las adversas condiciones climatológicas imperantes a elevada altitud
juegan en su contra. Por ejemplo, pese a permanecer las copas de estas “hayas
de altura” cubiertas de escarcha prácticamente durante todo el invierno, el
suelo sin embargo se suele encontrar protegido por una buena capa de nieve; no
olvidemos que la nieve es como una manta que aísla a las raíces de estos
árboles del intenso frío que reina en las cumbres.
Además las hayas que habitan
en las alturas reciben abundantes precipitaciones durante casi todo el año, así
como nieblas de relieve que las aportan humedad horizontal incluso en pleno
verano. De hecho, las hayas situadas a mayor altitud suelen presentan un mejor
estado fitosanitario que sus compañeras situadas en las partes más bajas del
bosque, al recibir un mayor aporte de humedad estival (gracias a las nieblas).
Las
hayas de estos bosques de altura son árboles viejos, muchas veces centenarios,
de poca altura (de 5 a 7 metros) y de porte casi arbustivo. Sus recios troncos
son gruesos y retorcidos, abundando en ellos las oquedades. Se encuentran muy
cubiertos de líquenes y toda la masa forestal tiene el aspecto de un bosque muy
viejo, lleno de madera muerta por el suelo y apenas inalterado por el hombre.
Hayedo prácticamente virgen “colgado” en las
alturas. Pese a los duros inviernos que soporta, gracias a su aislamiento su
estado de conservación es muy bueno.
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Y
así es en parte, ya que los hayedos de
altura han sido muy poco alterados por el hombre. El relieve de Tejera
Negra es muy abrupto y escarpado y sus cordales se encuentran coronados por
afiladas aristas pizarrosas. Los fuertes desniveles existentes y los abruptos
crestones que rodean la parte superior de los rodales de hayas, han mantenido a
salvo la parte superior de estos hayedos de aquellas prácticas antrópicas seculares
como el carboneo, las cortas a matarrasa, las entresacas, etc. que tan
duramente han castigado y mermado a los hayedos durante siglos y siglos.
Es
muy difícil hablar de bosques vírgenes ya que a buen seguro han conocido el
fuego a mano del hombre para la obtención de pastos y no solo una vez, sino
repetidas veces. Pero en la actualidad se puede afirmar que en los rincones más
apartados de la cabecera del Río Lillas y en los abruptos escarpes del Valle
del Zarzas, algunos de los hayedos de
altura, no muestran signos recientes
de haber sido explotados por el hombre (al menos en los últimos siglos) ya que
la difícil orografía del terreno no permitía la construcción de caminos de
carretas para la evacuación de la madera, la leña o el carbón vegetal.
Los hayedos localizados tanto en las montañas
mediterráneas (Moncayo, Ayllón, Beceite, Córcega, Grecia, Sicilia,..) como en
territorios muy continentales (Ucrania, Eslovaquia, Rumanía, Bulgaria,…) son
bosques adaptados a unas condiciones climatológicas aparentemente nada
favorables para el haya (sequía estival en los hayedos mediterráneos y fuertes
heladas en los hayedos de clima continental).
La
secular explotación antrópica de estos bosques ha comprometido todavía más su
supervivencia y sin embargo nos encontramos ante bosques vivos y algunos de
ellos incluso atesoran una gran biodiversidad. Los hayedos de altura suponen esa peculiar aportación de los hayedos
mediterráneos al universo de los bosques caducifolios y en Ayllón tenemos
magníficos ejemplos de hayedos de altura
que además apenas han sido modificados por el hombre.