A aquellos a los que les gusta
escudriñar en los mapas topográficos, no les resultará difícil encontrarse con topónimos
de parajes o incluso de municipios que hagan alusión a términos tales como: tremedal,
trampal, bonal, gotial, hoya, paular, cenagal, bustar… Pero, ¿Qué tienen en
común todos ellos?. Tan variada terminología hace referencia al complejo, heterogéneo
y poco conocido mundo de las turberas.
Una turbera la podríamos definir
como un terreno de mal drenaje en el cual se producen unas condiciones de
encharcamiento permanente. Se trata por lo tanto de medios pantanosos en donde se
genera una importante acumulación de restos de materia orgánica o turba.
En
las turberas la descomposición de la materia orgánica es muy lenta. Tanto es
así, que se produce un importante desequilibrio entre el mayor aporte al suelo
de restos vegetales, frente a los escasos procesos de descomposición que sufren
dichos restos vegetales.
Si caminamos por la montaña no nos resultará
difícil reconocer una turbera ya que veremos una pradera con tierra de color
muy negro (la turba), generalmente encharcada y mucho más verde que el terreno
circundante. Si tratamos de caminar sobre ella, lo cual es del todo
desaconsejable dado que correremos el riesgo de hundirnos, percibiremos que su
inestable suelo tiembla y que de sus
aguas superficiales emana un desagradable olor.
Aspecto general de una turbera ácida.
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El hecho de contar con aguas
estancadas en donde se produce una descomposición tan lenta de la materia
orgánica, propicia que en las turberas apenas haya oxígeno y que los suelos
posean un elevado índice de acidez.
El encharcamiento casi permanente, la
escasez de oxígeno, la elevada acidez del suelo y el ambiente frío de montaña
en donde se localizan las turberas, dificulta seriamente la supervivencia de
las plantas.
Sin embargo, las turberas rebosan vida
ya que las plantas que las colonizan, se encuentran perfectamente adaptadas a
vivir bajo estas condiciones tan limitantes y en todas las turberas podremos
encontrarnos prácticamente con las mismas especies. Se trata de especies de flora
boreo- alpina o en su caso eurosiberiana; es decir especies que tienen su
óptimo en el círculo polar ártico o en las montañas del centro y norte de
Europa.
Pranassia palustris: especie abundante en las
turberas y una de las últimas en florecer.
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La posición meridional de la Península Ibérica
en el contexto de Europa, le confiere un alto valor añadido a las turberas aquí
presentes, al suponer el límite de distribución mundial de muchas de las
especies de flora presentes en sus turberas.
La evolución natural de una turbera es
hacia su desaparición por una paulatina desecación de la misma. Ello conlleva
la pérdida de una serie de especies de flora que en muchas ocasiones poseen un
ámbito de distribución muy reducido. Por así decirlo, las turberas son medios
residuales que tienen su óptimo en ambientes fríos de alta montaña y en las áreas
de tundra de latitudes septentrionales.
Pese a que todas las turberas son
medios con suelos muy ácidos, en función de la flora que las coloniza, podemos
distinguir entre turberas ácidas y turberas básicas. En terrenos calcáreos, las
aguas que afloran en superficie poseen un diferente grado de dureza y ello
propicia que las especies de flora presentes en las llamadas “turberas básicas”
se diferencien bastante de las especies presentes en las turberas ácidas.
Aunque en apariencia, una turbera
nos pueda parecer un espacio reducido y homogéneo, en realidad el interior de
una turbera forma un complejo mosaico en el cual nos encontramos con multitud
de situaciones diferentes en función del grado de encharcamiento de la misma.
En el interior de una turbera de las
llamadas “ácidas” y allí en donde el grado de encharcamiento es mayor, la
pobreza de nutrientes es tal, que incluso los musgos encuentran dificultades
para sobrevivir; a excepción de los esfagnos. El esfagno (Sphagnum sp.) es un género de musgos adaptados a colonizar
precisamente los lugares de mayor encharcamiento en el interior del mosaico que
forma una turbera.
Abombamiento periglaciar en una comunidad de Sphagnum sp. |
El género Sphanum lo constituyen diversas especies de musgos tan solo
reconocibles entre ellas a nivel de microscopio. Es frecuente encontrarnos con
abombamientos de esfagnos en el interior de las turberas fruto del deshielo de
antiguas superficies de suelo helado o permafrost (cuando en el pasado, incluso
en el sur de Europa hubo climas de tundra).
En el interior de las comunidades de Sphagnum destacan especies tan
interesantes como la planta carnívora conocida como “atrapamoscas” (Drosera rotundifolia) o como el Triglochin palustris.
Atrapamoscas (Drosera rotundifolia).
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En las turberas básicas el cortejo
florístico es muy diferente ya que no hay Sphagnum
sp. ni tampoco Drosera rotundifolia,
siendo ocupado su lugar por comunidades de juncos y grandes herbáceas o cárices,
entre los cuales destaca el llamativo “junco lanudo” o “algodón de los
pantanos” (Eriophorum latifolium).
Turbera básica con población de junco lanudo
(Eriophorum latifolium).
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En el interior de las turberas, hay en
ocasiones hoyas y pocetas. Las hoyas son puntos de afloramiento de agua en donde
esta permanece continuamente estancada formando pequeñas lagunillas. Las pocetas son pozos de agua estancada
y a veces son bastante profundos (*).
Poceta en el interior de una trubera.
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Las turberas evacuan el agua a través
de arroyuelos en donde podemos encontrarnos con ricas comunidades florísticas
de juncos y grandes herbáceas o cárices (Carex
echinata, Carex nigra,…); son los
juncales higroturbusos. Destacan especies tan llamativas como Dactylorhiza maculata, Lychnis
flos-cuculi, Cardamime pratensis,
Viola palustris, Myosotis stolonifera,…
Cuclillo de los pantanos (Lychnis flos-cuculi).
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En los sectores de la turbera en donde
el grado de encharcamiento es menor, se produce la transición hacia los prados
húmedos. Se conocen como prados higroturbosos y se caracterizan por su alta y densa hierba, resultando
difícil en ocasiones discernir el límite entre un prado húmedo y una pradera
higroturbosa ya que en ellas conviven algunas especies de flora que no son
propiamente de turberas, como por ejemplo Filipendula
ulmaria, Genista anglica,
Pedicularis schizocalyx,…
En turberas básicas, los prados higroturbusos
en ocasiones se encuentran completamente colonizados por la herbácea Molinia caerulea (los llamados “prados
de molinetas”).
En la turberas ácidas del piso de alta
montaña aparece una interesantísima comunidad dominada por el “brezo de las
turberas” (Erica tetralix). Son los
conocidos como brezales higroturbosos y junto a Erica tetralix destaca la presencia de Drosera rotundifolia, Parnassia palustris y en los bordes de la comunidad el arándano (Vaccinium myrtillus).
Brezo de las turberas (Erica tetralix).
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Como hemos visto, las turberas tienen su
origen en medios de clima frío de tundra y de alta montaña. Su supervivencia
está ligada por lo tanto a aquellos lugares en donde, pese a ya no existir unas
condiciones idóneas para las mismas, la elevada pluviosidad y las bajas
temperaturas las mantienen todavía activas; permitiéndonos disfrutar de
especies de flora nada comunes en la
Europa meridional. En la Península Ibérica
estamos hablando por lo tanto de vestigios de época periglaciar; cuando a estas
latitudes llegó a existir la tundra.
En el Macizo de Ayllón las turberas están
presentes en aquellos sectores más húmedos y fríos: Pico del Lobo, Tejera
Negra, pinares del Alto Rey y Sierra de Pela. En esta última y dada su
naturaleza calcárea, las turberas son basicas, mientras que en los restantes
sectores del Macizo las turberas son todas ácidas. Dentro de las turberas
ácidas de Ayllón también podríamos diferenciar un subgrupo con las turberas de
alta montaña del Macizo del Lobo y La Buitrera en Tejera Negra (aproximadamente por
encima de 1800 mts.) debido a una mayor presencia de especies de carácter
boreal (Lycopodium clavatum, Huperzia selago,…) y a la aparición de
las comunidades de brezales higroturbosos (brezo de las turberas).
Dactylorhiza
maculata
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En las inmediaciones de nuestra sierra, hay
también interesantes turberas en los Montes Carpetanos y Peñalara, en los
macizos de Gredos, en los Montes Universales (donde destacan especialmente por
su riqueza botánica las turberas de Orea), en los macizos de Urbión, Neila, La Demanda ,…y sin olvidarnos
de las sorprendentes turberas de los Montes de Toledo y Ciudad Real.
(*)
Fuera de las turberas también podremos encontrarnos con hoyas y pocetas; en el
seno de pequeñas vaguadas o en rellanos del terreno y asociadas a los ambientes
húmedos y fríos del interior de los hayedos, abedulares o pinares
eurosiberianos. En estos casos, veremos igualmente la característica tierra
negra de turba.