viernes, 24 de octubre de 2014

LAS TURBERAS: UN PARAÍSO BOTÁNICO DEL PASADO

A aquellos a los que les gusta escudriñar en los mapas topográficos, no les resultará difícil encontrarse con topónimos de parajes o incluso de municipios que hagan alusión a términos tales como: tremedal, trampal, bonal, gotial, hoya, paular, cenagal, bustar… Pero, ¿Qué tienen en común todos ellos?. Tan variada terminología hace referencia al complejo, heterogéneo y poco conocido mundo de las turberas.

            Una turbera la podríamos definir como un terreno de mal drenaje en el cual se producen unas condiciones de encharcamiento permanente. Se trata por lo tanto de medios pantanosos en donde se genera una importante acumulación de restos de materia orgánica o turba.
En las turberas la descomposición de la materia orgánica es muy lenta. Tanto es así, que se produce un importante desequilibrio entre el mayor aporte al suelo de restos vegetales, frente a los escasos procesos de descomposición que sufren dichos restos vegetales. 

Si caminamos por la montaña no nos resultará difícil reconocer una turbera ya que veremos una pradera con tierra de color muy negro (la turba), generalmente encharcada y mucho más verde que el terreno circundante. Si tratamos de caminar sobre ella, lo cual es del todo desaconsejable dado que correremos el riesgo de hundirnos, percibiremos que su inestable suelo  tiembla y que de sus aguas superficiales emana un desagradable olor.



       Aspecto general de una turbera ácida.

El hecho de contar con aguas estancadas en donde se produce una descomposición tan lenta de la materia orgánica, propicia que en las turberas apenas haya oxígeno y que los suelos posean un elevado índice de acidez.

El encharcamiento casi permanente, la escasez de oxígeno, la elevada acidez del suelo y el ambiente frío de montaña en donde se localizan las turberas, dificulta seriamente la supervivencia de las plantas.

Sin embargo, las turberas rebosan vida ya que las plantas que las colonizan, se encuentran perfectamente adaptadas a vivir bajo estas condiciones tan limitantes y en todas las turberas podremos encontrarnos prácticamente con las mismas especies. Se trata de especies de flora boreo- alpina o en su caso eurosiberiana; es decir especies que tienen su óptimo en el círculo polar ártico o en las montañas del centro y norte de Europa.


Pranassia palustris: especie abundante en las turberas y una de las últimas en florecer.


La posición meridional de la Península Ibérica en el contexto de Europa, le confiere un alto valor añadido a las turberas aquí presentes, al suponer el límite de distribución mundial de muchas de las especies de flora presentes en sus turberas.

La evolución natural de una turbera es hacia su desaparición por una paulatina desecación de la misma. Ello conlleva la pérdida de una serie de especies de flora que en muchas ocasiones poseen un ámbito de distribución muy reducido. Por así decirlo, las turberas son medios residuales que tienen su óptimo en ambientes fríos de alta montaña y en las áreas de tundra de latitudes septentrionales.

Pese a que todas las turberas son medios con suelos muy ácidos, en función de la flora que las coloniza, podemos distinguir entre turberas ácidas y turberas básicas. En terrenos calcáreos, las aguas que afloran en superficie poseen un diferente grado de dureza y ello propicia que las especies de flora presentes en las llamadas “turberas básicas” se diferencien bastante de las especies presentes en las turberas ácidas.

            Aunque en apariencia, una turbera nos pueda parecer un espacio reducido y homogéneo, en realidad el interior de una turbera forma un complejo mosaico en el cual nos encontramos con multitud de situaciones diferentes en función del grado de encharcamiento de la misma.

En el interior de una turbera de las llamadas “ácidas” y allí en donde el grado de encharcamiento es mayor, la pobreza de nutrientes es tal, que incluso los musgos encuentran dificultades para sobrevivir; a excepción de los esfagnos. El esfagno (Sphagnum sp.) es un género de musgos adaptados a colonizar precisamente los lugares de mayor encharcamiento en el interior del mosaico que forma una turbera.


Abombamiento periglaciar en una comunidad de Sphagnum sp.


El género Sphanum lo constituyen diversas especies de musgos tan solo reconocibles entre ellas a nivel de microscopio. Es frecuente encontrarnos con abombamientos de esfagnos en el interior de las turberas fruto del deshielo de antiguas superficies de suelo helado o permafrost (cuando en el pasado, incluso en el sur de Europa hubo climas de tundra).

En el interior de las comunidades de Sphagnum destacan especies tan interesantes como la planta carnívora conocida como “atrapamoscas” (Drosera rotundifolia) o como el Triglochin palustris.



                     Atrapamoscas (Drosera rotundifolia).


En las turberas básicas el cortejo florístico es muy diferente ya que no hay Sphagnum sp. ni tampoco Drosera rotundifolia, siendo ocupado su lugar por comunidades de juncos y grandes herbáceas o cárices, entre los cuales destaca el llamativo “junco lanudo” o “algodón de los pantanos” (Eriophorum latifolium).



Turbera básica con población de junco lanudo (Eriophorum latifolium).


En el interior de las turberas, hay en ocasiones hoyas y pocetas. Las hoyas son puntos de afloramiento de agua en donde esta permanece continuamente estancada formando pequeñas lagunillas. Las pocetas son pozos de agua estancada y a veces son bastante profundos (*).



                   Poceta en el interior de una trubera.


Las turberas evacuan el agua a través de arroyuelos en donde podemos encontrarnos con ricas comunidades florísticas de juncos y grandes herbáceas o cárices (Carex echinata, Carex nigra,…); son los juncales higroturbusos. Destacan especies tan llamativas como Dactylorhiza maculata,  Lychnis flos-cuculi, Cardamime pratensis, Viola palustris, Myosotis stolonifera,…


    Cuclillo de los pantanos (Lychnis flos-cuculi).

                                              
En los sectores de la turbera en donde el grado de encharcamiento es menor, se produce la transición hacia los prados húmedos. Se conocen como prados higroturbosos y  se caracterizan por su alta y densa hierba, resultando difícil en ocasiones discernir el límite entre un prado húmedo y una pradera higroturbosa ya que en ellas conviven algunas especies de flora que no son propiamente de turberas, como por ejemplo Filipendula ulmaria, Genista anglica, Pedicularis schizocalyx,…

En turberas básicas, los prados higroturbusos en ocasiones se encuentran completamente colonizados por la herbácea Molinia caerulea (los llamados “prados de molinetas”).

En la turberas ácidas del piso de alta montaña aparece una interesantísima comunidad dominada por el “brezo de las turberas” (Erica tetralix). Son los conocidos como brezales higroturbosos y junto a Erica tetralix destaca la presencia de Drosera rotundifolia, Parnassia palustris y en los bordes de la comunidad el arándano (Vaccinium myrtillus).



                   Brezo de las turberas (Erica tetralix).


Como hemos visto, las turberas tienen su origen en medios de clima frío de tundra y de alta montaña. Su supervivencia está ligada por lo tanto a aquellos lugares en donde, pese a ya no existir unas condiciones idóneas para las mismas, la elevada pluviosidad y las bajas temperaturas las mantienen todavía activas; permitiéndonos disfrutar de especies de flora nada comunes en la Europa meridional. En la Península Ibérica estamos hablando por lo tanto de vestigios de época periglaciar; cuando a estas latitudes llegó a existir la tundra.

 En el Macizo de Ayllón las turberas están presentes en aquellos sectores más húmedos y fríos: Pico del Lobo, Tejera Negra, pinares del Alto Rey y Sierra de Pela. En esta última y dada su naturaleza calcárea, las turberas son basicas, mientras que en los restantes sectores del Macizo las turberas son todas ácidas. Dentro de las turberas ácidas de Ayllón también podríamos diferenciar un subgrupo con las turberas de alta montaña del Macizo del Lobo y La Buitrera en Tejera Negra (aproximadamente por encima de 1800 mts.) debido a una mayor presencia de especies de carácter boreal (Lycopodium clavatum, Huperzia selago,…) y a la aparición de las comunidades de brezales higroturbosos (brezo de las turberas).


               Dactylorhiza maculata



 En las inmediaciones de nuestra sierra, hay también interesantes turberas en los Montes Carpetanos y Peñalara, en los macizos de Gredos, en los Montes Universales (donde destacan especialmente por su riqueza botánica las turberas de Orea), en los macizos de Urbión, Neila, La Demanda,…y sin olvidarnos de las sorprendentes turberas de los Montes de Toledo y Ciudad Real.


(*) Fuera de las turberas también podremos encontrarnos con hoyas y pocetas; en el seno de pequeñas vaguadas o en rellanos del terreno y asociadas a los ambientes húmedos y fríos del interior de los hayedos, abedulares o pinares eurosiberianos. En estos casos, veremos igualmente la característica tierra negra de turba.