viernes, 24 de octubre de 2014

LAS TURBERAS: UN PARAÍSO BOTÁNICO DEL PASADO

A aquellos a los que les gusta escudriñar en los mapas topográficos, no les resultará difícil encontrarse con topónimos de parajes o incluso de municipios que hagan alusión a términos tales como: tremedal, trampal, bonal, gotial, hoya, paular, cenagal, bustar… Pero, ¿Qué tienen en común todos ellos?. Tan variada terminología hace referencia al complejo, heterogéneo y poco conocido mundo de las turberas.

            Una turbera la podríamos definir como un terreno de mal drenaje en el cual se producen unas condiciones de encharcamiento permanente. Se trata por lo tanto de medios pantanosos en donde se genera una importante acumulación de restos de materia orgánica o turba.
En las turberas la descomposición de la materia orgánica es muy lenta. Tanto es así, que se produce un importante desequilibrio entre el mayor aporte al suelo de restos vegetales, frente a los escasos procesos de descomposición que sufren dichos restos vegetales. 

Si caminamos por la montaña no nos resultará difícil reconocer una turbera ya que veremos una pradera con tierra de color muy negro (la turba), generalmente encharcada y mucho más verde que el terreno circundante. Si tratamos de caminar sobre ella, lo cual es del todo desaconsejable dado que correremos el riesgo de hundirnos, percibiremos que su inestable suelo  tiembla y que de sus aguas superficiales emana un desagradable olor.



       Aspecto general de una turbera ácida.

El hecho de contar con aguas estancadas en donde se produce una descomposición tan lenta de la materia orgánica, propicia que en las turberas apenas haya oxígeno y que los suelos posean un elevado índice de acidez.

El encharcamiento casi permanente, la escasez de oxígeno, la elevada acidez del suelo y el ambiente frío de montaña en donde se localizan las turberas, dificulta seriamente la supervivencia de las plantas.

Sin embargo, las turberas rebosan vida ya que las plantas que las colonizan, se encuentran perfectamente adaptadas a vivir bajo estas condiciones tan limitantes y en todas las turberas podremos encontrarnos prácticamente con las mismas especies. Se trata de especies de flora boreo- alpina o en su caso eurosiberiana; es decir especies que tienen su óptimo en el círculo polar ártico o en las montañas del centro y norte de Europa.


Pranassia palustris: especie abundante en las turberas y una de las últimas en florecer.


La posición meridional de la Península Ibérica en el contexto de Europa, le confiere un alto valor añadido a las turberas aquí presentes, al suponer el límite de distribución mundial de muchas de las especies de flora presentes en sus turberas.

La evolución natural de una turbera es hacia su desaparición por una paulatina desecación de la misma. Ello conlleva la pérdida de una serie de especies de flora que en muchas ocasiones poseen un ámbito de distribución muy reducido. Por así decirlo, las turberas son medios residuales que tienen su óptimo en ambientes fríos de alta montaña y en las áreas de tundra de latitudes septentrionales.

Pese a que todas las turberas son medios con suelos muy ácidos, en función de la flora que las coloniza, podemos distinguir entre turberas ácidas y turberas básicas. En terrenos calcáreos, las aguas que afloran en superficie poseen un diferente grado de dureza y ello propicia que las especies de flora presentes en las llamadas “turberas básicas” se diferencien bastante de las especies presentes en las turberas ácidas.

            Aunque en apariencia, una turbera nos pueda parecer un espacio reducido y homogéneo, en realidad el interior de una turbera forma un complejo mosaico en el cual nos encontramos con multitud de situaciones diferentes en función del grado de encharcamiento de la misma.

En el interior de una turbera de las llamadas “ácidas” y allí en donde el grado de encharcamiento es mayor, la pobreza de nutrientes es tal, que incluso los musgos encuentran dificultades para sobrevivir; a excepción de los esfagnos. El esfagno (Sphagnum sp.) es un género de musgos adaptados a colonizar precisamente los lugares de mayor encharcamiento en el interior del mosaico que forma una turbera.


Abombamiento periglaciar en una comunidad de Sphagnum sp.


El género Sphanum lo constituyen diversas especies de musgos tan solo reconocibles entre ellas a nivel de microscopio. Es frecuente encontrarnos con abombamientos de esfagnos en el interior de las turberas fruto del deshielo de antiguas superficies de suelo helado o permafrost (cuando en el pasado, incluso en el sur de Europa hubo climas de tundra).

En el interior de las comunidades de Sphagnum destacan especies tan interesantes como la planta carnívora conocida como “atrapamoscas” (Drosera rotundifolia) o como el Triglochin palustris.



                     Atrapamoscas (Drosera rotundifolia).


En las turberas básicas el cortejo florístico es muy diferente ya que no hay Sphagnum sp. ni tampoco Drosera rotundifolia, siendo ocupado su lugar por comunidades de juncos y grandes herbáceas o cárices, entre los cuales destaca el llamativo “junco lanudo” o “algodón de los pantanos” (Eriophorum latifolium).



Turbera básica con población de junco lanudo (Eriophorum latifolium).


En el interior de las turberas, hay en ocasiones hoyas y pocetas. Las hoyas son puntos de afloramiento de agua en donde esta permanece continuamente estancada formando pequeñas lagunillas. Las pocetas son pozos de agua estancada y a veces son bastante profundos (*).



                   Poceta en el interior de una trubera.


Las turberas evacuan el agua a través de arroyuelos en donde podemos encontrarnos con ricas comunidades florísticas de juncos y grandes herbáceas o cárices (Carex echinata, Carex nigra,…); son los juncales higroturbusos. Destacan especies tan llamativas como Dactylorhiza maculata,  Lychnis flos-cuculi, Cardamime pratensis, Viola palustris, Myosotis stolonifera,…


    Cuclillo de los pantanos (Lychnis flos-cuculi).

                                              
En los sectores de la turbera en donde el grado de encharcamiento es menor, se produce la transición hacia los prados húmedos. Se conocen como prados higroturbosos y  se caracterizan por su alta y densa hierba, resultando difícil en ocasiones discernir el límite entre un prado húmedo y una pradera higroturbosa ya que en ellas conviven algunas especies de flora que no son propiamente de turberas, como por ejemplo Filipendula ulmaria, Genista anglica, Pedicularis schizocalyx,…

En turberas básicas, los prados higroturbusos en ocasiones se encuentran completamente colonizados por la herbácea Molinia caerulea (los llamados “prados de molinetas”).

En la turberas ácidas del piso de alta montaña aparece una interesantísima comunidad dominada por el “brezo de las turberas” (Erica tetralix). Son los conocidos como brezales higroturbosos y junto a Erica tetralix destaca la presencia de Drosera rotundifolia, Parnassia palustris y en los bordes de la comunidad el arándano (Vaccinium myrtillus).



                   Brezo de las turberas (Erica tetralix).


Como hemos visto, las turberas tienen su origen en medios de clima frío de tundra y de alta montaña. Su supervivencia está ligada por lo tanto a aquellos lugares en donde, pese a ya no existir unas condiciones idóneas para las mismas, la elevada pluviosidad y las bajas temperaturas las mantienen todavía activas; permitiéndonos disfrutar de especies de flora nada comunes en la Europa meridional. En la Península Ibérica estamos hablando por lo tanto de vestigios de época periglaciar; cuando a estas latitudes llegó a existir la tundra.

 En el Macizo de Ayllón las turberas están presentes en aquellos sectores más húmedos y fríos: Pico del Lobo, Tejera Negra, pinares del Alto Rey y Sierra de Pela. En esta última y dada su naturaleza calcárea, las turberas son basicas, mientras que en los restantes sectores del Macizo las turberas son todas ácidas. Dentro de las turberas ácidas de Ayllón también podríamos diferenciar un subgrupo con las turberas de alta montaña del Macizo del Lobo y La Buitrera en Tejera Negra (aproximadamente por encima de 1800 mts.) debido a una mayor presencia de especies de carácter boreal (Lycopodium clavatum, Huperzia selago,…) y a la aparición de las comunidades de brezales higroturbosos (brezo de las turberas).


               Dactylorhiza maculata



 En las inmediaciones de nuestra sierra, hay también interesantes turberas en los Montes Carpetanos y Peñalara, en los macizos de Gredos, en los Montes Universales (donde destacan especialmente por su riqueza botánica las turberas de Orea), en los macizos de Urbión, Neila, La Demanda,…y sin olvidarnos de las sorprendentes turberas de los Montes de Toledo y Ciudad Real.


(*) Fuera de las turberas también podremos encontrarnos con hoyas y pocetas; en el seno de pequeñas vaguadas o en rellanos del terreno y asociadas a los ambientes húmedos y fríos del interior de los hayedos, abedulares o pinares eurosiberianos. En estos casos, veremos igualmente la característica tierra negra de turba.


domingo, 25 de mayo de 2014

LOS ÚLTIMOS NEVEROS DE LAS ALTAS CUMBRES


Aún en la primera mitad de la década de los años 80 existían en las más altas cumbres de la Sierra de Ayllón las nieves perpetuas. Recuerdos imborrables de mi infancia son aquellos dos neveros en las inmediaciones del Pico de la Buitrera o aquellos otros tres del Pico del Lobo (dos en las fuentes del Berbellido y otro sobre La Pinilla). Se trataba de manchas puntuales de nieve de un espesor lo suficientemente importante como para conseguir sobrevivir todo el verano hasta volver a alimentarse de nuevo con las nevadas del comienzo del otoño.

            Y si nos remontamos un poco más en el tiempo, a la década de los años 60 y anteriores, te cuentan los mayores de Cantalojas que en aquellos tiempos cuando se trillaba en agosto se veían desde el propio pueblo, algunas grandes manchas de nieve en las cumbres de La Sierra.

            En estos últimos treinta años, la inexorable disminución de las precipitaciones unido a un incremento de las temperaturas medias (especialmente durante los meses estivales), han propiciado la desaparición de los últimos neveros perpetuos tanto de la Sierra de Ayllón como de otras sierras circundantes: Guadarrama, Demanda, Urbión,…
Así en la actualidad, en torno al 15 o 20 de julio, terminan por derretirse los últimos ventisqueros del Pico del Lobo. Aunque esta circunstancia fluctúa considerablemente de unos años a otros según haya sido el volumen de precipitaciones en forma de nieve a lo largo del invierno y según sean de altas las temperaturas durante los meses de mayo y junio. Así por ejemplo, el pasado año 2013 la última mancha de nieve desapareció el 15 de agosto y otros años sin embargo este hecho se produce en torno al 20 de junio.

            Si algo caracteriza a los neveros o ventisqueros es que pese a desparecer en verano, todos los años se forman en los mismos lugares y lo único que varía anualmente son sus metros de espesor, en función de cómo hemos comentado anteriormente, el volumen de las nevadas invernales y de lo elevadas que sean las temperaturas en el último tramo de la  primavera.
Es como si tuvieran vida propia y perfectamente podríamos cartografiarlos y medirlos anualmente. De hecho, algunos de ellos incluso tienen nombre propio.


Ventisquero inferior del Pico del Lobo; uno de los dos últimos en derretirse. Situado a 2.080 metros de altitud, a primeros de julio todavía puede llegar a contar con casi dos metros de espesor de hielo. La lenta fusión de este nevero alimenta una valiosa turbera que se ubica justo en su parte inferior.



Los neveros o ventisqueros son aquellos lugares de las cumbres de las montañas en donde año tras año se acumulan los mayores espesores de nieve y suelen coincidir con las cornisas de los circos y nichos glaciares. No es nieve propiamente dicha, sino nieve de nevé; es decir un estadio intermedio en la formación del hielo y por lo tanto posee una mayor dureza que la nieve al encontrarse mucho más compacta, fruto de la continua acumulación de nieve (ver entrada del blog de enero de 2014).
Los neveros por lo general tienen forma estrecha y alargada y suelen estar adosados a las paredes verticales de los circos y nichos glaciares. Presentan unos espesores de hielo muy variables, aunque por lo general su espesor medio es de dos a tres metros. Una pronunciada grieta, también llamada rimaya,  separa a los neveros de los escarpes de roca adyacentes.

Si existe un nombre apropiado para designar a los neveros es precisamente el de ventisqueros ya que su origen se debe a la importante acumulación de nieve que tiene lugar  a sotavento de los más elevados cordales montañosos. El viento predominante del Noroeste barre la nieve recién caída y la acumula principalmente en la parte superior o cornisas de los circos glaciares situados en la cara Este de las montañas. De hecho la mayor parte de los circos y nichos glaciares de la Sierra de Ayllón presentan orientaciones Este o Sureste.

Cuando en verano la nieve desaparece por completo de las montañas aun así podremos saber perfectamente donde se encontraban los neveros. El color más claro de la tierra e incluso de las propias rocas y la escasa presencia de vegetación nos delatan donde se han estado acumulando los mayores espesores de nieve.

No obstante, un ventisquero crea su propio nicho ecológico y si bien es cierto que en la parte superior de los neveros la vegetación es escasa, no ocurre lo mismo en la base o parte inferior de los mismos. El hielo se va derritiendo poco a poco y siempre desde la parte inferior del ventisquero. En este punto, la tierra se encuentra muy empapada y además el propio nevero ha estado protegiendo al suelo durante largos meses de las inclemencias meteorológicas de la alta montaña: frios intensos, fuerte viento, elevada insolación,… Cuando se derrite un ventisquero, en la parte inferior del mismo se produce una muy rica y variada floración de especies propias de la alta montaña. Se trata de flores muy llamativas y de gran tamaño; auténticas especialistas de la alta montaña tales como la Gentiana lutea, el Senecio pyrenaicus, el Doronicum carpetanum, el Polygonum alpinum…

Destacada floración tras la fusión de uno de los principales neveros de la Sierra Cebollera. Situado en la base del cortado de un nicho glaciar, en la foto podemos apreciar especies de flora típicas de la alta montaña tales como: Gentiana lutea, Cryptogramma crispa o los endemismos Digitalis purpurea (subespecie carpetana) y Senecio pyrenaicus (subespecie carpetanus).



Otra faceta destacada de los neveros fue su aprovechamiento económico en aquellos tiempos en los cuales todavía no existían frigoríficos en las viviendas. En la vecina Sierra de Guadarrama, dada la gran proximidad a la  urbe de Madrid, se trazaban caminos carreteros hasta la base de los neveros y se construían cercados de piedra rodeándolos para retrasar su fusión. El hielo era transportado en carros hasta la ciudad y estos ilustres neveros cuentan incluso con nombre y apellidos: el Ventisquero de la Condesa, el Ventisquero del Algodón,…


Los neveros de la Sierra de Ayllón los podemos encontrar en los tres macizos de cumbres donde se superan los 2.000 metros de altitud y la inmensa mayoría de los mismos se localizan en la cara Este de las montañas. Hay muchos neveros pero los más destacados son:

En la Sierra Ocejón, la última mancha en fusionarse es la del Nevero de Peñas Verdes, situado en el Cerro del Campo y dada la orientación meridional de la Sierra del Ocejón se suele derretir hacia el 15 de mayo.

 En la Sierra de Tejera Negra destacan el Ventisquero del Pico del Granero, que suele derretirse hacia el 1 de junio y tres ventisqueros que hay en las inmediaciones del Pico de La Buitrera (el Alto Cervunalillo) y que suelen permanecer hasta el 15 junio. Dos de ellos incluso eran neveros perpetuos en los años 80, como pude constatar personalmente en varias ocasiones; con espesores de hasta 2 metros a finales del mes de julio.

En el Macizo del Lobo dada su mayor altitud, es en donde hay mas neveros e igualmente son los últimos en fusionarse. Hacia el 1 de julio se derriten los dos últimos neveros del Cerrón. Aproximadamente por esas fechas se derriten también los tres ventisqueros principales del circo de Las Peñuelas, los cuatro de los circos glaciares de la Sierra Cebollera, los tres de La Buitrera de los Lobos y el del circo del Cervunal. Hasta el 10 julio suele aguantar el último ventisquero del Circo Glaciar de Cerezo, sobre La Pinilla (este igualmente era un nevero perpetuo) y hasta el 20 de julio suelen hacer lo propio los dos ventisqueros principales del Pico del Lobo. Estos son los 2 últimos en derretirse y todavía a primeros de julio se les puede ver a kilómetros de distancia (por ejemplo desde Albendiego o algunos años incluso desde Humanes). Los ventisqueros superior e inferior del Lobo son los de mayor tamaño de toda la comarca e igualmente antaño eran neveros perpetuos. Son los únicos que poseen ya una entidad similar a la de los neveros de Peñalara, la Cuerda Larga o el Pico Urbión y uno de ellos incluso aporta agua de fusión a una turbera situada en su base.




jueves, 3 de abril de 2014

LA DEPRESIÓN INTERIOR DE CAMPILLO DE RANAS: RECONSTRUCCIÓN GEOLÓGICA DEL ENTORNO DE LOS PUEBLOS NEGROS.


Los oriundos de cualquiera de los seis pueblos negros, conocidos así por el empleo masivo de la pizarra como elemento constructivo de sus viviendas, denominan a su terruño La Sierra.
Sin embargo, llama la atención la proximidad geográfica existente entre estos  núcleos de población y el escaso desnivel topográfico que han de salvar para comunicarse entre unos pueblos y otros. Este hecho propicia que se encuentre muy extendido entre los más jóvenes y entre aquellos que se instalaron a vivir procedentes de las ciudades, el referirse coloquialmente a su entorno cotidiano como El Valle.
Otra percepción muy distinta es la que tienen los habitantes de aquellos terrenos más montañosos que se localizan próximos a los pueblos negros. Así por ejemplo, para los de El Cardoso de la Sierra,…aquello es La Campiña.

            Sierra, valle, campiña,…¿Quien tiene razón?. Pues todos tienen su parte de razón: es sierra ya que pese a tratarse de una depresión del terreno, forma parte de la estructura tectónica de la Cordillera Central. Es valle porque el Río Jarama tiene su salida natural por un costado de dicha depresión y a su vez es campiña ya que en la parte meridional de la depresión existe un importante paquete de sedimentos de características algo similares a los de la campiña de Uceda y Puebla de Beleña.




                                              
1: Fosa tectónica de Majaelrayo-Campillo de Ranas (pizarras negras con intercalaciones de areniscas), 2: Abanico aluvial (conglomerados de cuarcitas en matriz arcillosa), 3: Bloque levantado de la Sierra del Ocejón (pizarras negras), 4: Línea de escarpes (banda de cuarcitas).



Hemos de tener en cuenta que el paisaje que actualmente podemos ver en el entorno de Campillo de Ranas y Majaelrayo responde a un complejo e intenso ciclo erosivo que a día de hoy es inapreciable, pero que a escala geológica y en condiciones climatológicas muy distintas a las actuales, propició un importante proceso de desmantelamiento de la cordillera montañosa.

Para ello nos tenemos que remontar a unos 24 millones de años atrás.  Durante la Orogenia Alpina nació una importante cordillera montañosa; el actual Sistema Central. Pero en realidad esta cordillera emergente lo que hizo fue levantar una serie de materiales muy antiguos que formaban parte de una cordillera anterior de proporciones mucho mayores: la Cordillera Hercínica, que había quedado completamente arrasada por la erosión y se encontraba sumergida bajo las aguas.

Los materiales que formaban parte de la extinguida Cordillera Hercínica sufrieron un importante proceso de transformación o metamorfización previo a su levantamiento con la nueva cordillera. Estos materiales no son otros que las pizarras, esquistos y cuarcitas que a día de hoy confieren un rasgo de personalidad propio tanto a los pueblos negros como a toda la comarca de la Sierra de Ayllón.

Como hacemos referencia a materiales antiguos pertenecientes a la era Paleozoica, dichos materiales no fueron capaces de soportar la presión del empuje que se llegó a ejercer durante el proceso de levantamiento de la nueva cordillera y terminaron fracturándose. De este modo los pliegues de la primitiva Cordillera Hercínica, que formaban estructuras anticlinales y sinclinales, quedaron fracturados en diversos bloques; levantándose algunos bloques y hundiéndose otros.

Según la opinión de las investigaciones más recientes, la depresión interior de Campillo de Ranas tendría su origen precisamente en uno de estos bloques hundidos; una fosa tectónica de dirección Norte-Sur establecida sobre una antigua estructura plegada (conocida como Sinclinal de Majaelrayo) y flanqueada por dos bloques levantados situados a ambos costados: La Sierra del Alto Jarama al Oeste y la Sierra del Ocejón al Este.



                                                  
1: Bloque levantado de la Sierra del Alto Jarama 2: Banda de cuarcitas (pliegue hercínico fracturado del San Cristóbal) 3: Plataforma de conglomerados (superficie de pre-raña) 4: Abanico aluvial (ligera rampa de conglomerados) 5: Vallecillo colgado de El Espinar (curso de agua abandonado) 6: Primeras rampas de las laderas de la Sierra del Ocejón.



A la par del levantamiento de la nueva Cordillera se iniciaron los procesos de erosión y desgaste de la misma. Como hemos mencionado anteriormente, nos encontramos en un sector montañoso compuesto principalmente por diferentes tipos de pizarras y cuarcitas.
La pizarra es un material muy poco resistente a la erosión y termina desagregándose en finas láminas. Sin embargo, la cuarcita es un material que presenta una mayor resistencia a la erosión.

El relieve resultante con este tipo de litologías es el de una sucesión de bandas longitudinales de dirección Norte-Sur compuestas por las duras cuarcitas. Se trata de alineaciones muy escarpadas y suelen presentar restos de los antiguos plegamientos fracturados (Como en el Cerro San Cristóbal).
Estas estrechas bandas de cuarcita separan a su vez a otras bandas bastante más extensas superficialmente y compuestas por las deleznables pizarras; formando estas últimas parte de los sectores más erosionables como son las laderas de las montañas o los fondos de valle.   

En las montañas que custodian por ambos flancos a la fosa tectónica de Campillo se aprecia muy bien este tipo de relieve cuarcítico escarpado (conocido como Relieve Apalachense). Las superficies culminantes del Pico Ocejón al Este de la fosa y de los picos de La Tornera, el San Cristóbal o el cresterío de La Centenera, al Oeste de la misma, están compuestas por cuarcitas y en tanto que en las laderas que descienden por la cara Oeste de la Sierra del Ocejón y así como en el propio fondo de la fosa tectónica, la litología es pizarrosa.
                                   


1: Relieve apalachense con la alternancia de abruptos crestones cuarcíticos y laderas pizarrosas de pronunciadas pendientes, 2: Plegamiento fracturado del Cerro de San Cristóbal, 3: Transición entre superficie de raña y abanico aluvial.



Los ríos y arroyos que vemos en la actualidad son muy recientes en el tiempo; de la era cuaternaria.
En terrenos montañosos en donde se sucede la alternancia de unos materiales más resistentes con otros de naturaleza más blanda, la red hidrográfica ha ido encajándose en las propias fracturas del terreno.
De este modo, los dos ríos presentes en la depresión de Campillo: el Jarama y el Jaramilla, no llegaron a modificar en demasía el relieve preexistente sino que se encajaron en una importante falla estructural de dirección Norte-Sur: el eje estructural Jaramilla-Jarama. Dicha falla marca la separación entre dos importantes bloques tectónicos: el Anticlinal de El Cardoso (bloque levantado) y el Sinclinal de Majaelrayo (bloque hundido).

El Jaramilla y el Jarama no discurren por lo tanto por el fondo del valle en donde se sitúan los pueblos de la arquitectura negra, sino que hacen lo propio por el límite occidental de la fosa tectónica, encajados en una profunda y agreste hoz: la estrecha banda logitudinal Norte-Sur de roca cuarcítica que delimita ambos bloques tectónicos.     

Los habitantes de los pueblos negros, viven por así decirlo en una especie de valle colgado; a los pies de la Sierra del Ocejón pero 200 metros por encima de la hoz por donde discurren los ríos Jaramilla y Jarama.

Los arroyos que descienden por la ladera occidental de la Sierra del Ocejón: La Matilla, El Soto y El Corvejón, atraviesan dicho valle colgado en donde se sitúan los pueblos en dirección Oeste, para confluir en las aguas de los ríos Jaramilla y Jarama.

El Arroyo de La Matilla al norte de Majaelrayo, cumple perfectamente con esta premisa; recogiendo las aguas de diversos arroyos que bajan de la montaña para confluir con el Jaramilla entre los cerros del Reajo de las Yeguas y el Cabeza de Ranas. Este último cerro, situado al pie de Campillo de Ranas, es en realidad un pequeño relieve residual perteneciente al bloque levantado del Anticlinal de El Cardoso.




1: Relieve residual del Cabeza de Ranas, 1493 m. (curiosamente perteneciente al bloque levantado del Anticlinal de El Cardoso, pese a localizarse en la orilla contraria de la Hoz del Jaramilla y encontrarse más próximo al bloque de la Sierra del Ocejón), 2: Parte culminante del depósito aluvial de conglomerados entre El Espinar y Roblelacasa (superficie de pre-raña).


            Sin embargo, los Arroyos del Soto y El Corvejón, a diferencia del de La Matilla no buscan directamente las aguas del Jarama para desaguar sino que realizan una extraña curva o cambio de dirección. Tras recoger las aguas de diversos arroyos menores que descienden por las laderas del Ocejón,  en lugar de continuar hacia el Oeste en busca del Jarama, giran bruscamente hacia el Sur para evitar un importante paquete sedimentario que les interrumpe el paso. Dicho paquete sedimentario forma una especie de “costra” de conglomerados muy duros que recubren la parte meridional de la fosa tectónica; justo al Sur del pueblo de Campillo de Ranas.

¿Pero como ha llegado hasta aquí esta potente paquete sedimentario de hasta 130 metros de espesor, depositado justo encima de las pizarras negras y que obligó incluso a los arroyos a cambiar de dirección al no poder erosionarlo?.

La disposición de este material sedimentario es horizontal y de aspecto muy compacto; casi inalterable a la erosión y forma una especie de plataforma culminante situada ligeramente por encima de los pueblos de Roblelacasa y El Espinar (en torno a los 1100 metros de altitud). Está compuesto por un  conglomerado a base de cantos rodados de cuarcita y en menor medida de cuarzos y pizarras, envueltos en una matriz arcillosa de un intenso color rojizo.

Para entender el origen de esta superficie un tanto ajena al ambiente pizarroso y marcadamente estructural en el que nos encontramos, hemos de retroceder en el tiempo entre 2 y 3 millones de años. Por aquel entonces todavía no existían los actuales ríos y el clima era semiárido o semidesértico.
Un clima marcado por la alternancia de largos períodos sin precipitaciones con otros de fuertes lluvias torrenciales (similares a la gota fría de la costa levantina).
Los importantes desniveles existentes y la escasez de vegetación propiciaron un intenso lavado de los suelos. Toneladas de material, con rocas de hasta un metro de diámetro, eran arrastradas por las laderas cada vez que se producían estos episodios de fuertes lluvias torrenciales.
Las montañas fueron literalmente descarnadas y todo este material arrastrado se iba depositando lentamente en el fondo de la depresión formando una dura costra de cantos rodados. Cantos rodados similares a los del lecho de un río actual.

            El resultado actual son unas llanuras arcillosas ligeramente inclinadas y situadas al piedemonte de las montañas; una especie de plataformas sobreelevadas muy pedregosas y que la red hídrica tuvo que sortear dejándolas aisladas.

           
                                               


 Depósito aluvial de conglomerados (cuarcitas y en menor medida cuarzos y pizarras envueltas en matriz arcillosa). Se aprecia muy bien el aspecto caótico que presentan los cantos rodados y la disparidad de tamaños de los mismos.


            En el entorno de los pueblos negros se reconocen tres pequeñas plataformas residuales de conglomerados: entre Roblelacasa y El Espinar (Jaralón-Las Moratillas), en la margen izquierda del Embalse de El Vado (Loma Rubia) y un diminuto afloramiento en La Vereda. Estas plataformas presentan una ligera inclinación de Oeste a Este, lo cual nos está indicando que el material arrastrado por la escorrentía procede del bloque levantado situado a occidente: anticlinal de las sierras de El Cardoso y Alto Jarama.
            
     Como hemos mencionado anteriormente, todavía no se habían encajado los ríos y curiosamente a día de hoy, estos depósitos de erosión se encuentran separados de sus montañas de origen por la hoz del Río Jarama; cuando realmente se encuentran más próximos a las laderas del Ocejón. Pero el material no procede precisamente de allí.

De hecho, por donde discurre la carretera de Campillejo a Campillo de Ranas hay un pequeño valle sin arroyo ninguno, de forma estrecha y alargada y que separa la superficie de conglomerados de la propia ladera de la Sierra del Ocejón. Se trata de un curso de agua abandonado; un vallecito colgado entre los arroyos del Soto y El Corvejón.

Si nos situamos en La Era del pueblo de El Espinar y miramos hacia el Ocejón, tenemos a nuestras espaldas el depósito de conglomerados con una superficie culminante casi plana. A continuación una ligera rampa arcillosa de coluviones en donde se sitúa el pueblo. A posteriori el vallecito colgado sin curso de agua por donde discurre la carretera hacia Campillo y al otro lado de la misma, comienzan ya las rampas de pizarras negras que ascienden a la Sierra del Ocejón.

Las plataformas de conglomerados son frecuentes en el piedemonte de aquellas montañas que poseen litologías a base de  pizarras y cuarcitas. Así por ejemplo las podemos encontrar en: la vertiente septentrional de la Sierra de Ayllón (Riaza y Madriguera), la vertiente meridional de la Sierra del Alto Rey (Hiendelaencina), la vertiente meridional de la Sierra del Alto Jarama (Uceda y  Puebla de Beleña), pero también en Sierra Morena, los Montes de Toledo,…

Reciben el nombre de rañas; topónimo extremeño que es empleado para definir a esta formación tan característica del piedemonte de las montañas de relieve apalachense del centro Peninsular.

No obstante, las superficies de raña del entorno de Campillo de Ranas y Hiendelaencia, plantean cierta problemática en su definición. En un principio no se dudaba en adscribirlos a este tipo de depósitos. En revisiones posteriores se dejaron de considerar como depósitos de raña. Sin embargo recientemente, en el Mapa Geológico editado por el Instituto Geológico y Minero, se reconoce la presencia de… “pequeños retazos de raña de escasa representación”.

¿En donde estriba pues la diferencia entre las pequeñas superficies de raña de la depresión de Campillo y los extensos depósitos de raña de Uceda y Puebla de Beleña?. La diferencia hemos de buscarla en la propia composición del conglomerado: el sedimento de las rañas de Campillo presenta un aspecto caótico y nada organizado de los depósitos; alternándose aleatoriamente cantos rodados de tamaños grandes, medianos y pequeños.
En las rañas de Uceda y Puebla de Beleña ocurre justo lo contrario; los cantos cuarcíticos presentan todos un tamaño similar y una disposición más ordenada.

Por así decirlo, los depósitos de raña de los pueblos negros no llegaron a finalizar totalmente su proceso de acumulación de material. El desmantelamiento erosivo de las montañas y su posterior acumulación, quedaron interrumpidos en un episodio intermedio o de transición entre la formación de abanicos aluviales y su culminación como depósitos de raña.

Paisajísticamente, las superficies de erosión próximas a Campillo de Ranas, son rañas y tanto en su morfología como en la composición de su material son prácticamente rañas, pero existe una diferenciación entre estos depósitos y los considerados como prototípicos de raña. Algunos autores no definen de ninguna manera clara y concisa a estas complejas superficies, mientras que otros si han reconocido su proximidad a los depósitos de raña. ¿Las podríamos denominar como “pre-rañas”?.



 1: Falla de Berzosa (separación entre los granitos de la Sierra de Guadarrama y las pizarras de la Sierra de Ayllón),  2: Banda de plegamientos cuarcíticos (La Pedrosa-Riscos del Coso-Pico del Águila-Cabeza de Cabida-San Cristóbal)
3: Eje estructural (encajamiento de los ríos Jaramilla y Jarama), 4: Banda de plegamientos cuarcíticos (Sierra del Ocejón-Loma Piquerinas-Navaluenga-Alto de las Mesas), 5: Depósitos de conglomerados o pre-raña (superficies de erosión en fase formación de depósitos de raña), 6: Vallejo colgado de El Espinar (arroyo abandonado), 7: Relieve residual del Cabeza de Ranas.
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A: Anticlinal de El Cardoso-Alto Jarama (bloque levantado), B: Sinclinal de Majaelrayo (fosa tectónica), C: Anticlinal del Ocejón (bloque levantado).

                                                     

CONCEPTOS CLAVE:

-Paleozoico.
-Cordillera Hercínica.
-Materiales metamórficos.
-Plegamientos.
-Estructura anticlinal y sinclinal.
-Orogenia Alpina.
-Fosa tectónica.
-Relieve apalachense.
-Falla estructural.
-Depósitos de raña.
-Abanicos aluviales.



martes, 4 de marzo de 2014

LA CUENCA ALTA DEL SORBE: UN ENCLAVE EUROSIBERIANO

Ocurre a menudo, que cuando recibes unas visita lo primero que te comenta es…<<esta es otra provincia>> a lo que suelo responder…<<vivimos en lo más al Sur del Norte>>. Y no les falta razón, ya que la cuenca alta del Río Sorbe posee unas condiciones climatológicas, botánicas, paisajísticas y de aprovechamiento antrópico, muy diferentes a las del resto de territorios que abarca la comarca del Macizo de Ayllón.

Pero, ¿Qué hace tan diferente a esta subcomarca para que haya que recorrer muchos kilómetros hacia el Norte si queremos encontrarnos con un espacio geográfico de características similares?


En primer lugar, la cabecera del Sorbe se encuentra enmarcada de Noroeste a Sureste por un arco de sierras de pizarra y cuarcita. Son las sierras de Tejera Negra (Pico Buitrera 2046 m.), del Robledal (Cerro del Campo 1933 m.) y del Alto Rey (Mojón Cimero 1823 m. y Santo Alto Rey 1858 m.).
Resulta curioso el hecho de que estas alineaciones montañosas marcan la divisoria entre las vertientes norte y sur  de la Cordillera Central, pese a no coincidir con la línea de la divisoria de aguas de las dos submesetas castellanas. Así pues, la cuenca alta del Sorbe forma parte a efectos botánicos y climatológicos de la cara norte de la Cordillera y sin embargo, vierte sus aguas hacia la Submeseta Sur.  
Oriundamente este territorio vertía sus aguas hacia el Norte; hacia la Cuenca del Duero. Pero finalmente, al Río  Sorbe le resultó más fácil el abrirse paso a través de las sierras paleozoicas situadas al Sur, antes que hacerlo a través de las parameras cretácicas situadas al Norte y así es como a día de hoy, este río vierte sus aguas hacia la Cuenca del Tajo.

A diferencia de lo que ocurre en el resto de toda la vertiente norte de la Cordillera; con un pronunciado descenso de las laderas desde la línea de cumbres hasta las llanuras de la Cuenca del Duero (por ejemplo en Riaza o en La Granja de San Ildefonso), en el caso de la sierra del Alto Rey no existe tal pronunciado descenso hacia la Submeseta Norte. Como dijimos anteriormente, las aguas del Sorbe y sus afluentes se encontraron con la paramera cretácica de la Sierra de Pela; una elevada plataforma de caliza situada a 1400-1500 metros de altitud y cuyos pueblos circundantes (Cantalojas, Galve de Sorbe, los Condemios, Campisábalos en plena paramera, Grado del Pico…) se sitúan la mayoría de ellos a más de 1300 metros de altitud.

 
Amplia vaguada con extensas praderas de gran humedad. Situada en el contacto entre la paramera y la Sierra del Alto Rey,posee una importante vocación para la práctica de la ganadería extensiva. En el centro,  Castillo de Galve de Sorbe



La primera consecuencia que tiene la existencia de esta especie de “tapón natural” que conforma la paramera de la Sierra de Pela, frente a la cara norte de las montañas, es el contribuir a generar un peculiar microclima local marcado por rigurosos inviernos de frecuentes nevadas y veranos cortos y frescos. Por así decirlo, una tierra elevada frente a una alineación montañosa.

Por otra parte, la Sierra de Tejera Negra en particular, recibe los mayores aportes de precipitación de todo el Macizo de Ayllón. La peculiar orientación de estas montañas, permite la entrada directa de las masas de aire frío y húmedo procedentes del NW, al igual que la de los vientos ábregos del SW. Estos últimos proceden del Atlántico y barren toda la vertiente meridional de la Cordillera Central.

Las nubes cargadas de humedad, se quedan frecuentemente “enganchadas” en los cordales montañosos de Tejera Negra y en menor medida en el cordal de la Sierra del Alto Rey.
Si tomamos como referencia la línea de cumbres de Tejera Negra, las precipitaciones disminuyen paulatinamente hacia el Este y en las sierras del Alto Rey y la de Pela, la vegetación se va continentalizando gradualmente; pasando de bosque de hayas y robles a pinares silvestres.

El particular relieve de la cabecera del Sorbe, unido a unas condiciones climatológicas específicas, favorecen la destacada presencia en este territorio de especies de flora y fauna propia de ambientes húmedos de carácter atlántico y/o alpino; en definitiva de especies eurosiberianas a latitudes muy meridionales y de acusada continentalidad.

La Sierra de Tejera Negra, es conocida precisamente  por contar con hayedos a una latitud muy meridional. Pero sobre todo hemos de tener en cuenta el ambiente continental en donde se encuentran estos bosques de hayas; al ser precisamente el haya una especie de carácter atlántico.
El nivel superior de las cumbres de Tejera Negra, supone igualmente uno de los límites meridionales para la asociación del brezo con arándano.   
A ello hay que sumar la presencia de bosquetes de Quercus petraea, tembloneras, abedulares, tejedas, acebedas,…sin olvidarnos de la importancia que tienen las formaciones de melojar húmedo.


Abruptos escarpes de Tejera Negra. Las elevadas precipitaciones y las frecuentes nieblas de relieve, permiten la presencia de unos bosques tan exigentes en humedad como lo son los hayedos
                           


En la vertiente norte de la Sierra del Alto Rey domina otra formación de bosque eurosiberiano, pero ésta de ambientes más alpinos y por lo tanto mas fríos y secos: el pinar silvestre. En dichos pinares abundan las turberas y las comunidades de suelos temporalmente encharcados y en donde se localizan importantes especies de flora amenazada.

La paramera de la Sierra de Pela es terreno de eriales y de espinedas arbustivas, pero igualmente de pinares silvestres; salvo que a diferencia de los anteriores, estos se desarrollan sobre suelo calizo.

Pinar eurosiberiano en la cara norte de la Sierra del Alto Rey a 1800 metros de altitud.  El pino silvestre es una especie montana capaz de soportar fuertes nevadas y fríos intensos
                     


Y en el contacto entre la caliza de la Sierra de Pela y el silíceo de las Sierras del Alto Rey y Tejera Negra, hay una banda longitudinal de amplias vaguadas sobre suelos arcillosos y de areniscas. Es el entorno en donde se localizan la mayoría  de los pueblos del Alto Sorbe y posee un paisaje único tanto a nivel comarcal como a nivel provincial; con grandes extensiones de praderas, abundantes ríos y arroyos, cercados tradicionales de piedra y una importante cabaña ganadera de vacuno y ovino.
Hay toda una variadísima tipología de praderas: prados de siega, prados de diente, prados húmedos, prados cervunales, prados higroturbosos,...e igualmente toda una cultura asociada a la ganadería y a la siega de los prados.
No menos importante es el valor paisajístico de estas praderas durante  su floración primaveral y por supuesto su valor ecológico, al contar con importantes especies de flora amenazada propia de ambientes húmedos eurosiberianos.


A: Parameras de la Sierra de Pela, B: Eje de las sierra que cierran la cuenca del Alto Sorbe,  C: Hoz del Sorbe y su salida de la cuenca de cabecera hacia el Sur, D: Entrada de las masas de aire frío del NW, E: Entrada de los vientos ábregos.